EL MAYORDOMO

El mayordomo es una de las figuras esenciales en la Semana Santa riosecana. El cargo y las labores que desempeña han evolucionado a lo largo del tiempo.

Las tres cofradías históricas (Vera Cruz, Quinta Angustia y Pasión) estaban gobernadas por varios mayordomos, que se elegían anualmente. Existían mayordomos de hacienda (encargado de los asuntos económicos, de las posesiones y rentas, de los ingresos y gastos y de redactar las cuentas), mayordomos de entierros (organización de entierros para cofrades y para encomendados, de las velas y cera) y mayordomos de hospital, que eran los encargados de todo cuanto tuviera que ver con la institución asistencial (de ahí que al mayordomo del hospital de la Vera Cruz se le denominara mayordomo de Convalecencia). Incluso existió un mayordomo u oficial dedicado a las colaciones, a los refrescos y ágapes. Por encima de todos se encontraba el alcalde, que en muchas ocasiones era el mismo mayordomo de hacienda, sin duda el cargo de mayor responsabilidad junto al mayordomo de entierros. A ambos les correspondían los lugares privilegiados. Estos mayordomos venían a cumplir la definición dada para tal denominación por Sebastián de Covarrubias a comienzos del siglo XVII, donde se indica que mayordomo es “el que tiene cuydado del gobierno de la casa de un señor

Ostentar el cargo de mayordomo implicaba un gran prestigio en aquella sociedad. Portaban las varas e insignias principales de las cofradías en las procesiones de Semana Santa, en las de gloria y en cuantos actos fuere menester, organizaban la vida interna de la penitencial, etc. Por eso, al fallecer se les rendían honores especiales: se les hacía un novenario, en sus funerales estaban presentes las esculturas principales de la cofradía, etc.

Pero el cargo de mayordomo implicaba una gran responsabilidad y un elevado coste económico, de modo que en ocasiones existieron dificultades para encontrar una persona que desempeñara el cargo. De hecho, muchos cofrades ingresaban en condición de “reservados”: a cambio de una cantidad económica se libraban de desempeñar cualquier tipo de cargo.
Con el surgimiento de las cofradías actuales a comienzos del siglo XIX se recuperó la tradicional denominación de mayordomo. Anteriormente, cada gremio de los agregados a las tres cofradías históricas poseían su propio cabezalero, que era “oficio de cabeza de dicho gremio para llevar la cruz y paso que le toca en la procesión de penitencia (...) y día de la festividad y conservando esta loable costumbre por estilo observado y guardado en dicha cofradía desde su fundación”, como se decía en la Quinta Angustia a finales del siglo XVII. Sabemos que el cabezalero se elegía entre los miembros del gremio y que éste recibía a los demás porteadores en su casa justo antes de la procesión, en lo que suponemos que es el origen de los actuales refrescos. A las casas del cabezalero acudían los representantes de las grandes penitenciales para recogerlos y asistir a los sagrados oficios.
A comienzos del siglo XIX, por tanto, se comienza a utilizar la palabra mayordomo para designar a lo que los gremios anteriormente denominaban cabezaleros, produciéndose una mezcla de significados.

Cada año, unas semanas o días antes de Semana Santa, se designa a uno de los hermanos como mayordomo por riguroso orden de antigüedad. Se trata del máximo orgullo para el cofrade y, por extensivo, para toda su familia, un honor que sólo se alcanza una vez en la vida. Su cometido es el de “servir al paso”. El mayordomo es la cabeza visible de la cofradía a lo largo del año, el representante del colectivo, y como tal  portará la vara en la cabecera de todos los actos: en el desfile de gremios, en las procesiones, en las misas o en los entierros. Generalmente esta insignia se mantiene en su casa durante todo el periodo de la mayordomía, en un lugar bien destacado.

Muchas son sus obligaciones. Antes de la procesión ha de organizar un refresco compuesto por dulces, café y licores para toda la hermandad, que suele desarrollarse en su propio domicilio o bien en otro lugar capaz. Allí acuden los cofrades a darle la enhorabuena y a recibir el refresco como agasajo. Llegada la hora, a ese lugar acuden a buscarle el pardal y los mayordomos de las demás cofradías para, juntos, acudir al desfile de gremios y a la procesión del Jueves o Viernes Santo. Se repetirán los parabienes y los agasajos y verá cómo sus hermanos, vestidos con túnicas y horquillas, salen tras él  para asistir a las procesiones.

Terminada la procesión, que ha ido presidiendo en todo momento, en casi todas las cofradías ha de organizar y abonar de su propio peculio la cena de hermandad a la que, de nuevo, acuden todos los hermanos mayores y muchos niños. Dado el aumento de hermanos, las cofradías ayudan económicamente aportando una parte del precio del cubierto.

En cada hermandad el mayordomo se encarga de otras muchas tareas secundarias, que se especifican en los estatutos: buscar y contratar a los niños que hacen de tapetanes, limpiar el paso y adecentarlo, custodiar determinados objetos (como las horquillas), organizar los desayunos… o, por ejemplo, repartir al comienzo de la procesión caramelos entre los cofrades y hermanos de luz.
Ellos, con su esfuerzo por mantener la tradición, merecen el lugar más destacado, y así se les reconoce a lo largo de todo el año de su mayordomía.